“La otra vez estuve tan cerca… pero tan cerca… y lamentablemente se perdió la información en la computadora que me robaron. Tiempo después volví a empezarlo todo, y a dos meses de la inauguración…mi socio se echó para atrás y…pobre de mí”
Mi víctima perpetua me paró en seco cuando le hablé de las posibilidades de emprender en México.
¡Te equivocas! no se puede emprender en México. Esos casos exitosos están en países más desarrollados; eso de emprender es para gente menos endeudada, o universitarios genios, o mujeres egoístas que dejaron a su familia por trabajar… no es para todos.
Su perorata sobre la tragedia comenzó… Si los impuestos, si las prohibiciones, si el consumo está a la baja… todo era un panorama oscuro para México, sin opciones, acusó al gobierno, a la comunidad industrial, a la manufacturera, a los indígenas, a la globalización. Acusó a los imperialistas, a los reyes de España e incluso, despotricó contra las religiones y todas eran culpables de una sola cosa: su derrota como emprendedora incipiente.
Es mi culpa. Siempre termino sermoneada por trabajar bajo un horario, ser una Godínez que vive en el confort de una cobija empresarial exitosa. Nuestra vida no es fácil. La de los emprendedores, menos. Ella y yo tuvimos las mismas posibilidades, pero ella decidió truncar su carrera y trabajar en una de esas empresas milagro, casarse y tener cuatro adorables criaturas; yo, en cambio, terminé mis estudios en una Universidad privada, (lo que, para mi amiga, es lo que me ha dado el puesto en donde estoy, en vano, los más de diez años escribiendo) En fin. El mal crónico de esta mujer se llama victimismo, ella es mi víctima perpetua. La quiero, es mi amiga, pero siempre lamenta su destino y la falta de oportunidades. ¿Te suena parecida a la historia de “alguien”?
Emprender: si, victimizar: no.
Así como tuve la culpa por preferir estudiar, su primer jefe tiene la culpa por llamarla impuntual y desmotivarla. De la misma manera, las maestras de sus hijos son tan incompetentes al no ver que sus hijos son “especiales”, y su esposo es culpable de su infelicidad por elegir una casa que queda muy lejos de su trabajo. Mi amiga ha estado tres veces a punto de rozar el éxito… y siempre pasa algo malo. Sus hijos se enferman, su socio se sale de la empresa, su préstamo de emprendimiento es negado, ¿cuánta gente vive víctima de sus propios chantajes? Es muy fácil detenernos a causa del clima, de los “peros”, de los sueños mal planeados, pero ¿cuántos son como mi amiga, la víctima en potencia?
En México, según el Consejo Nacional de Población (CONAPO) somos un poco menos de 120 millones de mexicanos, de los cuales, casi 58 millones y medio son hombres y el resto son mujeres. La cifra de aquellos que trabajan o que están en edad laboral, nos da un total de 52 millones, y de éstos… Muy pocos se animan a emprender.
El miedo y la ignorancia son infinitos, pero para estos dos grandes males hay buenísimos remedios. Las excusas son las mismas desde hace siglos: “no puedo”, “no hay tiempo”, “no es seguro” y como esas… miles de negativas ante la idea de ser emprendedores. Afortunadamente, la situación económica y social está gestándose de manera distinta a la que estamos acostumbrados.
Hoy tenemos un abanico de posibilidades, una buena cartera de opciones para echar mano cuando sea necesario: programas de gobierno que te ayudan a fortalecer tu empresa, tu negocio, tu idea, tu producto. Hay expertos que desean ayudarte a cooperar con la incubación de ese sueño; pero no es fácil encontrarlo, si a todo le ponemos “peros”.
La decisión es de cada quien; porque hasta para salirte de un círculo vicioso como el juego de “culpar a todos” es difícil. En mi caso, el no cortar por lo sano con mi amiga, la víctima perpetua, es difícil. Mis excusas-justificaciones argumentos pueden ser por la deformación social que traigo; pero es un hecho: a partir de hoy dejaré de seguirle el cuento… porque eso es lo único que deja: cuentos con finales tristes.
Por: Maribel Carbajal.