Ferenz Feher, Mayo 2017
“Espera lo mejor, planea para lo peor y prepárate para sorprenderte”,
Denis Waitley. Motivador y escritor estadounidense.
Las expectativas: esas esperanzas que tenemos en cualquier ámbito de nuestras vidas. Ese momento en donde podemos hacer posible lo imposible. Un instante en el que sales muy temprano, con la idea de evitar el tráfico y ¡sorpresa! Hay mucho más de lo que esperabas. Y es justo ese verbo: ESPERAR A QUE OCURRA ALGO, en beneficio de una comunidad, o una persona en específico, lo que hace de este artículo, un tema interesante.
Los mexicanos tenemos un chip que nos distingue de otras naciones, entre las que destacan: manejar con humor cualquier situación, ser creativos en extremo y resilientes cuando es necesario. Somos capaces de inventar, de innovar y de superar retos ante las posibles amenazas que nos rodeen. Es por ello que, cuando se trata de EXPECTATIVAS, nos pintamos solos para imaginar que ALGO BUENO va a pasar. Este pensamiento recurrente es (en la mayoría de los mexicanos) una de las fortalezas a la hora de ponerse de pie, de trabajar por una motivación extra, o bien, de crear las circunstancias precisas para ser exitosos en alguna misión o encomienda.
Cuando entré a la Universidad, era muy normal que los profesores antes de iniciar con el programa escolar, nos preguntaran: ¿Qué esperas de la materia? ¿Cómo íbamos a saber nosotros? Si el profesor tenía fama de estricto, eso era una fama que le antecedía, pero… ¿Qué pasaba cuando no conocías al maestro, o maestra? Irónicamente, todos mis compañeros contestaban casi de la misma manera; si se trataba de administración, ellos decían: “Quiero aprender a administrar”, si estábamos hablando de redacción, la respuesta era “quiero redactar”… pero ante ese nivel de respuestas, nuestros profesores estaban convencidos que el programa preparado sería ideal para el grupo.
Según el Global Index 2016 de la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (Índice de Innovación Global), México se encuentra en el lugar 61 de 128 países evaluados. En 2015, nos ubicábamos en el lugar 57, de 141. Las expectativas son realistas: nos faltan muchas cosas para estar en los primeros sitios del ranking: apoyos, incentivos, claridad, un programa educativo que fomente el desarrollo innovador, etc.
Las acciones pueden ser interminables, pero… si no empezamos ahora… ¿Cómo sabemos qué es lo que necesitamos? ¿Qué es más importante atender? ¿Cuáles son nuestras propias expectativas en el desarrollo educativo para nuestros hijos?
Para encontrar respuestas; tenemos que regresar al ejemplo de la Universidad. ¿Cómo saber qué es lo que esperamos en los modelos educativos, si no conocemos nada sobre ellos? ¿Qué propuestas tienen los gobiernos al respecto? ¿Qué les estamos exigiendo a nuestros diputados en materia de programas de innovación para los jóvenes?
Las expectativas cambian… ¿no? Más cuando no tenemos ni idea de lo que buscamos.
La innovación en el país es sólo un ejemplo de las expectativas. Cuando salimos de vacaciones a algún lugar de la república o al extranjero; esperamos que sean las mejores vacaciones de nuestras vidas y cuántas veces no nos hemos encontrado con verdaderas historias de terror por las causalidades (ojo, causalidades) o actos que sin querer, nos causan problemas durante el viaje. Esas son las expectativas vs. las realidades; porque una cosa es ver las postales e imágenes de la playa de nuestros sueños y otra, la vista que tenemos cuando vamos. Lo mismo ocurre cuando idealizamos a nuestra pareja: ¿quién no tiene un conocido, o conocida cuyas expectativas para formalizar una relación son demasiado altas?
Una expectativa es lo que quieres que sea, y la posibilidad de ser realidad esa idea o ese sueño es lo que hace a la vida interesante. Por eso, es mejor mantener un tipo de expectativas proactivas, en donde podemos suponer que no habrá nada malo, pero si es que lo hay… hay que aceptarlo. Asumir expectativas tiene riesgos, en donde hay que aceptar las circunstancias, buscar siempre las soluciones ideales para cada entorno y convertirnos en personas que esperan, pero al mismo tiempo actúan para mejorar su situación. En el caso de la innovación del país, pasa lo mismo, podemos quejarnos todos los días, pero si no hacemos algo… hay que aceptarlo y sobre todo, cambiarlo.
Porque no es lo mismo aceptar, que rendirse… hay que seguir creyendo en que todo va a mejorar, pero es más importante actuar en beneficio de nuestras familias, del país y del mundo entero.
Fuente: Newsletter F&F.